sábado, 16 de junio de 2012

Necesidad de relación y las Hambres de Berne



Como seres humanos somos criaturas con necesidades sociales y relacionales. Cuando nacemos somos totalmente dependientes del cuidado y la interacción de nuestros padres o cuidadores para que nos provean de lo que necesitamos en términos de comida,  calor, protección y  estímulos. Sin embargo, nuestras primeras necesidades de dependencia van más allá de este nivel material. También necesitamos que nuestros cuidadores nos estimulen el cerebro para que podamos desarrollar estructuras para la fijación y la regulación emocional. El bebé es una parte activa de esta relación con los padres y sabe cómo ponerse en contacto e impactar en otras personas. Junto con nuestros padres desarrollamos la estabilidad emocional, un sentido de identidad, el uso del lenguaje y una responsabilidad compartida "historia" o relato acerca de cómo nos vemos a nosotros mismos y al mundo. Sin interacción con otros seres humanos, no seríamos capaces de crecer y convertirnos en lo que verdaderamente somos.

 Eric Berne, el fundador de la teoría del Análisis Transaccional, denominó a nuestra necesidad de relaciones como "hambre de relación o de estímulos". Anhelamos relaciones que nos estimulen y nos den la seguridad, la cercanía, el contacto físico y el sexo. La manera más intensa para estar en una relación se denomina intimidad, un proceso en el que ambos individuos están  completamente presentes y abiertos el uno al otro. La intimidad requiere de la espontaneidad y la atención

Esto significa que tenemos que bajar la guardia y realmente escuchar a la otra persona y sentir nuestro propio deseo de ser escuchados. La intimidad no siempre tiene que ser sexual o amorosa. La gente puede estar  en intimidad enojados unos con otros, siempre y cuando estén honestamente y abiertas entre sí y comuniquen su ira desde una posición de respeto por uno mismo y por el otro, es decir de una manera asertiva. Otra forma de describir la intimidad sería pensar en el principio budista de la atención, de estar completamente presente y abierto a lo que sucede aquí y ahora.

La intimidad es muy gratificante, pero también puede ser experimentada como una amenaza abrumadora, esto va a depender de nuestra experiencia infantil de apego.

Hazan y Shaver (1987) vincula los estilos de apego infantil con el apego romántico en las relaciones adultas (seguro, ansioso / ambivalente, evitativo); posteriormente Bartolomé y su equipo (1991) identificó no tres, sino cuatro prototipos de apego: seguro, desdeñoso, pre-ocupado y temeroso. Cientos de estudios han sido publicados después de esta obra fundamental. Sin embargo, hasta la fecha no ha habido prácticamente ningún trabajo que una estos estilos de apego romántico a teoría del Análisis Transaccional de Eric Berne  (1962) con respecto a las cuatro posiciones existenciales de la vida (Yo+ Tú+ Yo+ Tú , Yo-Tú+, Yo - Tú -).

R. Bleau de Universidad de Paisley S. utilizó cuestionarios para identificar el estilo de apego romántico (Griffin y Bartholomew, 1994) y la posición de la vida existencial (Cuestionario posición de vida, desarrollado para los propósitos de este estudio, el alfa de Cronbach = 0,518 a 0,63 en las cuatro sub-escalas) en 98 participantes (70% de respuestas).

Encontró una asociación que une estos aspectos fundamentales de sí mismo ante sus expectativas de los demás, es decir, seguro con Yo+ Tú+, desdeñoso con Yo+ Tú-, pre-ocupado con la Yo- Tú+ y temeroso con Yo - Tú -. (Universidad de Edimburgo. Conferencia anual 2005)

Los seres humanos tendemos a pensar, sentir o actuar afectados por la forma según se desarrollaron nuestras experiencias en la infancia, estas tienden a influir o dominar nuestras experiencias del presente. Por lo tanto, confundimos o distorsionamos el juicio sobre la realidad del aquí y ahora, creando conflictos en nuestras relaciones con las personas con las que estamos teniendo vínculos actuales de intimidad que proceden de los conflictos con nuestras relaciones del pasado.

La mayoría de nosotros aprendemos a protegernos contra la repetición de experiencias desagradables construyendo un estilo de personalidad determinada, un patrón defensivo principal, que desde el Análisis Transaccional se llama "Guión de vida". Estos patrones en nuestra infancia nos permitieron seguir adelante en el mundo  y mantenernos a salvo. También es importante tener en cuenta aquí que los niños experimentan la pérdida de la relación con sus cuidadores - aunque sólo sea brevemente - como una gran amenaza para su supervivencia. Un niño se adaptará de alguna manera a esta amenaza, ya sea siendo más dócil a los estímulos externos  o mediante la administración su mundo interno de manera diferente, es decir, negando o reprimiendo sus propias necesidades o vulnerabilidades. Este método de afrontamiento puede seguir utilizándolo automáticamente como adulto para manejar sus actuales conflictos o experiencias en una relación. Esto significa que estos mecanismos aprendidos nos alejaran de la intimidad y nos limitaran nuestra capacidad de estar presente y disfrutar de nuestro yo y del otro por completo. En algunos casos, esto significa que en realidad nos estamos negando a nosotros mismos lo que nos gustaría o nos gusta a la mayoría, como encontrar a alguien que realmente nos ame como lo que somos verdaderamente.

Berne también se refirió a otras dos "hambres",  el “Hambre de Reconocimiento” y el “Hambre de Estructura”.

Nuestra Hambre de Reconocimiento nos lleva a desear ser visto como lo que realmente somos, a ser respetados y reconocidos como competentes, inteligente, especial, únicos, etc. Los conceptos que, en el Análisis Transaccional, se refieren a caricias, se han escrito y estudiado como "contacto", "unión", "intimidad", "calor", "cuidado amoroso y tierno", "necesidad de pertenecer", "cercanía "," relaciones "," apoyo social "y sí, "el amor".

Tanto el hambre de estímulos como la de reconocimiento se alimentan de lo que Berne llamó Caricias, en inglés “strokes” que son unidades de reconocimiento. Berne propone que no sólo la estimulación positiva (caricias positivas) es necesaria, sino que también la estimulación dolorosa (caricias negativas) podrían ser decisivas para el mantenimiento de la salud si no hay positivas. Los Juegos estarían justificados, porque las personas aceptan y buscan la estimulación negativa aunque prefieran la estimulación positiva, puesto que lo insoportable es no tener ningún tipo de caricia, al fin y al cabo la caricia negativa satisface el hambre de relación, de de reconocimiento y de estructuración del tiempo.

Nuestra “Hambre de Estructura” se refiere al hecho de que nuestros cerebros están construidos para crear una estructura a partir del caos. Nosotros organizamos nuestras percepciones en patrones para poderlos identificar rápidamente y poderlos manipular en nuestra imaginación o de la vida real. También creamos la estructura de nuestras relaciones, en función de nuestro Guión de Vida, del que ya trataremos en otra ocasión.

Las tres hambres están relacionadas. Si nos falta una de ellos, a menudo, si podemos,  lo compensaremos con otra o las otras dos. Si no tenemos satisfecha el hambre de relación, podemos  luchar más y más por el reconocimiento profesional o económico, o podríamos compensar la falta de relaciones por un exceso en la estructuración de nuestras vidas, asegurándonos de mantenernos ocupados con todo tipo de cosas para no sentir nada y sobre todo no sentirme solo o sola.

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